“¿Tú crees que ahí arriba, en el cielo, hay algo, un sitio al que uno va cuándo se muere?… Y, ¿allí habrá regaliz?” (Regaliz, Sylvia van Olmen. Ed. Kókinos).
¿Os imagináis nubes repletas de regaliz esperándonos cuando ya no quede nada? Son tantas las interpretaciones que los más pequeños pueden dar al hecho de morir y tantas las dudas que albergan en sus cabezas y corazones que convierten la muerte en uno de los asuntos más difíciles de explicar en la infancia.
Si hablamos de vida es inevitable hablar de muerte
Ambas son caras de una misma moneda. Sin embargo, es complicado contar a uno niño algo que ni siquiera los adultos conseguimos comprender del todo y más cuando estas explicaciones pueden darse en momentos de mucho dolor. El dolor nos deja mudos, sin palabras, no sabemos por dónde empezar y ahí están los niños en su mar de dudas, en su mar de por qués. El miedo a la muerte, el dolor por la pérdida, unido a la necesidad que tenemos como adultos de evitar que los niños sufran convierten la muerte en un tema tabú. Pero es un asunto que antes o después hay que tratar.
A los niños también les duele la muerte de un abuelo, de otro familiar, desgraciadamente de un compañero de clase o incluso de su mascota. La pérdida es inherente a la vida y ellos son testigos día tras día en la televisión de accidentes, catástrofes, guerras… Podríamos apagar la televisión y mirar para otro lado pero decir la verdad y no ocultar información siempre es lo mejor.
No podemos olvidar que los niños son conscientes de la muerte mucho antes de que nosotros como padres nos demos cuenta. Si evitamos afrontar el tema podemos crear confusiones como por ejemplo la relación que muchos niños hacen entre el sueño y la muerte, llegando a evitar muchos de ellos dormir por miedo a no volver a despertar o, sin ir más lejos, achacar la muerte a la enfermedad que padecía una determinada personas sin explicar nada más puede hacer que el niño considere que cualquier enfermedad, catarro incluido, nos pueda llevar a la muerte y vivir con pánico cualquier episodio que puedan sufrir.
No podemos olvidar que de nada sirve decirles que su ser querido se ha ido de viaje. Ellos también necesitan expresar su duelo y es importante enseñarles a transmitir su tristeza. Es primordial que vean que mamá y papá también lloran y sufren, que mostrar sentimientos no es malo. Además, dejarles que nos acompañen en nuestro dolor, siempre que estén preparados para ello, fortalece su vínculo familiar y su sentimiento de apego y arraigo.
Por otro lado tampoco pasa nada por reconocer que hay respuestas que no tenemos. Ante preguntas como ¿por qué le ha tenido que ocurrir a él/ella? podemos decir con tranquilidad que no lo sabemos y que en la vida hay cosas difíciles de comprender pero que no quería dejarnos, aunque a veces hay cosas que no podemos evitar.
Pautas a tener en cuenta a la hora de hablar de muerte a los niños:
- Estar abiertos a los deseos de comunicación de los niños siempre y cuando ellos estén preparados.
- Escuchar y aceptar sus sentimientos.
- Darles explicaciones sinceras cuando es evidente que estamos tristes.
- Intentar dar respuestas breves, sencillas y apropiadas para la edad de los niños; contestaciones fáciles de entender, adaptándonos a su lenguaje, no abrumarles con demasiadas palabras…
¿Cómo afrontan la muerte en función de su edad?
– Niños y niñas de 0 a 2 años
Los niños menores de dos años también sufren las ausencias. Podemos apreciar en estos casos cambios en su comportamiento (llantos, comidas), irritabilidad. Hacerles sentir a salvo manteniendo sus rutinas, horarios, tocándoles a menudo, cogiéndoles en brazos… es la clave.
– De 2 a 6 años
Pueden mostrar indiferencia hacia muerte porque no la consideran como algo irreversible. Creen que la persona fallecida puede volver en cualquier momento. En este caso llevaremos a la práctica las pautas de las que hemos hablado anteriormente: conversaremos con ellos con mensajes claros, concisos, sin eufemismos…
– De 6 a 10 años
El niño ya comprende los conceptos de irreversibilidad (la persona fallecida no va a volver) y universalidad (todos moriremos). Su comprensión sobre la muerte se acerca a la que puede tener un adulto y es por este motivo por el que empiezan a surgir los miedos. Nosotros como padres tenemos que animarles a hablar y debemos permitir sus preguntas, así como dejarles participar en los rituales que acompañan a la muerte.
– Pre-adolescentes de 10 a 13 años
El concepto de muerte se entiende perfectamente, pero eso no implica que sepan aceptarla y surge de esta manera la desconexión con el sufrimiento (no querer saber nada sobre el tema) o la rebeldía. Dejarles participar en el proceso de duelo y mostrar nuestras experiencias como ejemplo les proporcionará seguridad. Siempre, eso sí, respetando sus tiempos.
¿Cómo darles la noticia?
Aunque en un primer momento nuestro primer impulso nos puede llevar a ocultarles la noticia, ya hemos visto que no es una buena idea. En función de la edad nos apoyaremos en ejemplos de otros fallecimientos cercanos: ¿recuerdas la mascota de…?, ¿te acuerdas que un día ya no estaba con tu amiga…? De esta manera el niño puede asociar conceptos y entender la irreversibilidad de la muerte.
Cuando ocurre, hay que conseguir que vivan los tres pasos: aceptación de la pérdida, el recuerdo delpasado y la sustitución por otra forma de relación.
En este punto es muy importante apoyarnos en la memoria
Hacerles ver que aunque esa persona ya no esté con nosotros sus recuerdos nos van a acompañar para siempre y van a ayudar a cicatrizar la herida. Fotografías o vídeos pueden ser un gran apoyo, así como seguir hablando de la persona fallecida delante del niño. Dejar de hacerlo sólo puede complicar más el proceso de asimilación.
También es importante que en el colegio conozcan la situación para ayudar a la familia y al niño en el proceso. Tanto profesorado como familia deben ser conscientes de que es posible un descenso en el rendimiento del menor. Sin olvidar que en el caso de los adolescentes el duelo puede dar lugar a comportamientos irritables, desafiantes o incluso, en ocasiones, de llanto repentino.
Lecturas recomendadas para hablar de muerte a los niños
Hace unos días en un grupo de crianza del que formo parte les pregunté si conocían lecturas, cuentos en definitiva, que nos ayudasen a explicar a los niños este tema tan peliagudo y éstas fueron sus recomendaciones:
– Algún día, Alison McGhee
– Vacío, Anna Llenas
– Para siempre, Kai Luftner
– El árbol de los recuerdos, Britta Teckentrup
– Cuando a vaca se le posó mariposa en la nariz, Susana Rico Calleja
– El globo de Leo, María Gabiola
– La madre de Jack, de Daniel Nesquens y Edu Flores
Además, en estos enlaces podéis acceder a más títulos:
http://crianzaconapegoyliteratura.blogspot.com.es/2015/06/seleccion-de-libros-sobre-duelo-y.html?m=1
https://www.saposyprincesas.com/bienestar/psicologia-infantil/libros-para-afrontar-la-muerte-ante-la-perdida-de-un-ser-querido/
Fuentes
https://www.guiainfantil.com/1323/como-hablar-de-la-muerte-con-los-ninos.html
http://faros.hsjdbcn.org/adjuntos/1899.2-talkingsp.pdf
http://trucosdemamas.com/como-explicar-nino-muerte/?utm_source=blogsterapp&utm_medium=facebook
El niño de 3 a 6 años, de Pérez Alonso-Geta. SM, 2007
En esta página web podéis descargar una guía para padres desarrollada por un grupo de psicólogos, en la que he basado algunas partes de mi artículo, por si todavía queda alguna duda: https://www.segurosmeridiano.com/es/prensa/mama-papa-que-es-la-muerte-guia-para-padres-por-meridiano/
Ana Sevillano
Soy Ana, periodista y profesora de Secundaria, de lo primero ejercí durante algún tiempo como coordinadora de una revista dirigida a profes y mamis y papis de niños de 0 a 3, de lo segundo no literalmente, pero sí he trabajado varios años como guía de museos en Madrid para niños. Momento en el que entré en contacto con los más pequeños ya que las actividades eran para criaturitas a partir de tres años. Sí, clases de 25 niños de tres años por un museo lleno de cosas que no se pueden tocar. Casi es más fácil desactivar una bomba. Sin embargo, esta experiencia fue muy especial, y por decirlo de alguna manera me ha marcado y ha convertido en la mamá que soy hoy. Porque sí, ¡ahora soy mamá!, quizá una mamá con más errores que aciertos, pero soy ni más ni menos la que le ha tocado a mi peque. Espero que mis artículos despierten vuestra curiosidad y si queréis leer más de mí estoy en treintamami.
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