Con las vacaciones veraniegas el tiempo que pasamos con los pequeños es mayor. En algunas ocasiones no saben muy bien qué hacer, nos buscan para jugar, nos buscan para ir al baño, nos buscan para casi todo. Algo que es genial, están deseando compartir tiempo con papá o mamá.
Por otro lado también aparecen nuevos roces, desencuentros y discusiones debido al tiempo de convivencia. Es en esos momentos cuando surge la pregunta:
¿Dónde pongo el límite con mis hijos?
Una de las acciones que más usamos es la de repetir una y otra vez lo que deseamos que haga o deje de hacer. Esta dinámica lo único que hace es quitar autoridad a lo que estamos pidiendo y no ayuda a desahogarnos.
En casa hemos usado esa manera de actuar con el pequeño y los resultados no han sido los esperados. En primer lugar casi nunca conseguimos lo que esperábamos, y en segundo lugar él casi se lo tomaba a broma.
No por repetir mucho las cosas éstas suceden
Una amiga nos dio un consejo muy práctico pero que requiere de de paciencia y firmeza. La dinámica en cuestión es sencilla, avisamos al pequeño de que por ejemplo, no debe tocar ese objeto de la tienda, le damos dos avisos anunciando lo que sucederá si al tercero no obedece (por ejemplo, te cojo de la mano y no puedes andar por la tienda solo). Si después del segundo aviso vuelve a tocar el objeto nos acercamos a él, tranquilos y en calma, lo tomamos de la mano y seguimos con nuestra visita.
Estamos añadiendo esta dinámica a nuestra relación con los pequeños y funciona. Al poco son conscientes de la seriedad de nuestra petición y la respetan, en algunas ocasiones hasta se dan cuenta de que tenemos razón y es lo mejor para ellos.
Desde nuestra humilde opinión los pequeños deben saber que hay límites, que no todo está permitido. Algunos de esos límites pueden ser explicados, ya que sus mentes pueden entenderlos, otros en cambio no. Deben aprender que hay cosas que tienen que hacer porque sus padres se lo piden y desean lo mejor para ellos.
Hemos vivido situaciones límites , experiencias que en ocasiones nos han llevado a tomar decisiones basadas en el enfado. El enfado es el peor de los estados para tomar una decisión. En muchas ocasiones los pequeños están buscando hasta dónde pueden llegar y necesitan alguien que los proteja de ellos mismos.
La educación de un hijo es una de las aventuras más impresionantes a las que un ser humano se puede enfrentar, pero como en toda la vida requiere paciencia, constancia y amor, mucho amor.
Nadie tiene una fórmula mágica que te asegure el éxito
Pero si existen principios que nos pueden ayudar a alcanzar nuestras metas:
- Amor, mucho amor.
- Grandes dosis de paciencia.
- Empatía, nosotros también fuimos niños.
- Pasar tiempo juntos.
- Ayudarles a protegerse de ellos mismos, no todo lo que quieren y desean es bueno o apropiado para su edad.
Estos son los principios que nosotros utilizamos y la verdad es que nos van bien.
Os animamos a compartir con nosotros vuestro estilo de educación y sus resultados.
Un abrazo
Padres novatos