Hoy queremos hablaros de la imaginación infantil. En la mente de los niños de cuatro y cinco años la fantasía y la realidad no están nunca muy lejos la una de la otra. Los niños de estas edades viven a un mismo tiempo en los dos mundos, el de la realidad y el de la fantasía, y pasan rápidamente y, al parecer, con toda facilidad de una a otra de esas dos “realidades”.
Por una parte, se comportan de manera perfectamente “normal”: desayunan, se lavan los dientes, se visten, van al colegio, comen, van al baño y hablan con sentido común. Por otra parte, viven en un mundo mágico. Las cosas tienen vida, tanto los objetos que llamamos inanimados como los verdaderos seres vivos; otorgan a los animales las mismas características que a ellos mismos. Hacen vivir los objetos y humanizan a los animales.
El paso, en una u otra dirección, entre la fantasía y la realidad puede ser tan rápido que venga como una sorpresa y que coja desprevenido incluso al propio niño. Cualquiera que vea jugar a los niños de cuatro y cinco años se dará cuenta de lo mucho que se meten en los juegos que les hacen transitar por estas dos realidades y lo que disfrutan de ellos aunque, a veces, les dé miedo. Esta posibilidad de discurrir por las dos realidades posibilita que los niños se enfrenten con sus deseos, con sus preocupaciones, con sus anhelos y que los puedan expresar por medio de los soportes imaginarios que la cultura les ofrece; por ejemplo, los cuentos infantiles y los dibujos animados, justamente juegan con esa dualidad interno/externo (fantasía/realidad) tan fundamental para estas edades.
Más adelante, la noción de identidad característica de los niños de seis y siete años aún es muy fluida, ya que todavía se trasladan con facilidad del mundo de la comprensión racional al de la imaginación. Hay una gran variabilidad entre los niños a esta edad: algunos empiezan a mostrar preferencia por los hechos, los números, las normas y la información; mientras que otros muestran un temperamento más inclinado hacia la creatividad, las ideas y los juegos imaginativos.
De los niños de estas edades se espera, a veces, una conducta que esté basada en la realidad, pero sin embargo sigue siendo necesario el potenciar cierta cantidad de fantasía y de imaginación. La vida de un niño no está completa sin la posibilidad de seguir expresando sus esperanzas, sus miedos, sus deseos y sus desengaños a través de sus juegos simbólicos, de los cuentos que leen, de las series de animación que ven o de las actividades artísticas que realizan. Por ello, es entendible que mitos como los de los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez gusten tanto a los padres como a los niños, aunque éstos vayan accediendo a una etapa más conceptual. Es evidente que los padres deben ir encauzando a sus hijos hacia las normas y los límites por su propio bien, pero también es importante que sigan ofreciéndoles espacios de creatividad en los que sus hijos puedan seguir expresando su mundo interno.
La personalidad total necesita el apoyo de una fantasía rica, combinada con una conciencia sólida y una comprensión clara de la realidad.
Pury Estalayo
Asesora educativa de Jelly Jamm