La desobediencia forma parte del desarrollo de cualquier ser humano. Resulta natural que los niños intenten sobrepasar los límites que les fijemos como padres porque de alguna manera quieren descubrir hasta dónde pueden llegar y cuál será nuestra reacción al infringir las reglas.
Tarde o temprano, este tipo de situaciones ocurrirán por lo que es importante que conozcamos buenas herramientas para afrontar este tipo de comportamientos y corregirlos a tiempo. Es importante que antes de actuar sepamos identificar el origen de ese comportamiento, ya que en muchas ocasiones puede estar en algún tipo de trastorno psicológico o incluso físico como la sordera, problemas de visión o de tipo nervioso. Por ello es importante que si percibimos algún comportamiento anormal en nuestros pequeños, los llevemos a un profesional de la salud para desechar esta posibilidad.
Una vez que sepamos con total certeza que nuestro hijo no tiene ningún problema de salud, nuestro principal objetivo será hacerle comprender qué comportamientos son los adecuados y cuáles de ellos no sólo son inadecuados sino negativos y reprobables. ¿Qué métodos o estrategias podemos utilizar para inculcar estos conceptos en la mente de nuestros pequeños?
¿Qué está ocurriendo?
Antes de emprender cualquier tipo de acción deberemos saber con exactitud qué está ocurriendo. Si lo desconocemos o no lo hemos analizado con exactitud nos resultará mucho más difícil identificar el origen el problema y la solución para el mismo. En el preciso momento en que detectes alguna problemática en el comportamiento de tu hijo, procura responder a estas cuestiones:
¿Qué es lo que hace mi hijo?
Esto no sólo es importante para identificar el problema, sino que también lo es de cara a tu comunicación con él. Probablemente en algún momento necesites reñirle o castigar su conducta. Si nos paramos a identificar qué está ocurriendo exactamente e incidimos directamente sobre la acción o comportamiento castigable, nos aseguraremos de que nuestro hija sepa claramente dónde está cometiendo el error. En caso contrario estaremos etiquetándole como persona, algo muy peligroso.
Imagina que tu hijo se deja los juguetes sin recoger y tú en vez de preguntarle por qué no ha recogido sus juguetes, le dices que es un desordenado. Si optamos por la segunda opción no sólo estaremos distorsionando el mensaje sino que de alguna manera le estaremos diciendo cómo debe ser. Este es el poder de la famosa “profecía autocumplida”. En este caso, lo más probable es que con el paso del tiempo, nuestro hijo no recoja los juguetes, sino que efectivamente acabe convirtiéndose en una persona desordenada.
¿En qué circunstancias ocurre (dónde, rodeado de qué personas…)?
Es importante que sepamos analizar el contexto que envuelve a sus comportamientos desobedientes, quizá sólo se de en el colegio, delante de su padre o únicamente a la hora de la merienda. Si se repite en algunas circunstancias te resultará mucho más sencillo identificar las causas de esos comportamientos.
¿Qué obtiene el niño de este comportamiento?
¿Obtiene atención, cariño, regalos o afecto? Sabiendo cuáles son las consecuencias que obtiene de estos comportamientos podremos identificar qué está buscando y por lo tanto qué es lo que refuerza estos comportamientos. Si nuestro hijo obtiene por ejemplo un juguete cada vez que llora en la tienda de juguetes, estaremos reforzando cada vez más este comportamiento inadecuado aún sin saberlo.
¿Cómo reaccionamos nosotros?
Si damos a nuestro pequeño aquello que está pidiendo a través de una acción desobediente, estaremos incitando a que la repita y la acentúe con el paso del tiempo. Por eso es tan importante que tengamos claro qué actitudes desarrolla y a través de qué acciones, en qué circunstancias y qué busca con estas acciones.
Beneficios y pérdidas
Si hay algo que nuestros hijos son capaces de percibir de forma automática son los beneficios o pérdidas que se derivan de sus acciones por lo que a través de las recompensas y los castigos tendremos una gran capacidad para moldear sus actitudes y enseñarles qué comportamientos son más aceptados y cuáles menos. En el momento en que descubran que la consecuencia directa de sus comportamientos son castigos o pérdidas de cualquier tipo, comenzará a modificarlos buscando unos beneficios mayores.
Las consecuencias de sus comportamientos irremediablemente actuarán como un refuerzo por lo que se convierten en la herramienta principal para influir sobre nuestros hijos. Podemos convertirnos en agentes de cambio a través de la atención y los premios. Si nuestro hijo recibe atención o reconocimiento cuando tiene un comportamiento adecuado lo más probable es que lo repita y se convierta en un hábito. Si por el contrario prestamos mayor atención y damos más importancia a sus errores irremediablemente estaremos subrayándolos y por lo tanto reforzándolos.
Es conveniente entonces, que respondamos con indiferencia e ignoremos aquellos comportamientos indeseados si observamos que repite un comportamiento inadecuado. Si esto lo acompañamos con un castigo o la supresión de privilegios automáticamente identificará que ese comportamiento le ocasiona pérdidas por lo que dejará de llevarlo a cabo. Cuando esto ocurra probablemente modifique sus actos para recuperar nuestra atención y aquellos privilegios, será entonces cuando deberemos prestarle especial atención, recompensarle y restituirle aquellos privilegios. Si esto se lleva a cabo de forma sistemática nos habremos convertido en un agente positivo y estaremos incentivando aquellos comportamientos más apropiados.
El efecto espejo
Uno de los problemas más habituales es que como padres predicamos verbalmente unos comportamientos pero ponemos en práctica otros totalmente diferentes. Deberás saber que un niño tiene una gran tendencia a imitar conductas de los adultos (de hecho está es una de las bases de su desarrollo), y más aún de sus padres. Por ello es muy importante que entiendas que de alguna manera la conducta de tus hijos será un reflejo de tu conducta. Tus pequeños jamás actuarán como dices, sino que actuarán como tú mismo actúas. Es importante que vigiles tus comportamientos y sobre todo no trates de reprocharle a tu hijo aquellos actos que tú desarrollas.
No debemos olvidar que el mejor premio para nuestro hijo es sentirse reconocido, atendido y valorado. Si tenemos claro esto, resultaré tremendamente sencillo modificar sus conductas.