Hablar de emociones parece que se ha vuelto una moda, una tendencia, algo de lo que todos hablamos e intentamos conocer cada día un poco más.
Porque tal y como te comentaba en mi último artículo, tener una buena inteligencia emocional nos ayudará a tener mejores resultados en la vida, en cualquiera de sus ámbitos: social, personal, académico, … Y para ello es preciso que aprendamos a identificar, reconocer, nombrar, expresar y regular nuestras emociones, unas potentes señales que se disparan en nuestro cerebro y que hacen reaccionar a nuestro cuerpo de varias formas.
Con esta idea en mente, la de que como padre o madre aprendas más sobre inteligencia emocional y puedas ayudar a tus hijos a desarrollarla, voy a iniciar una serie de post sobre estas respuestas automáticas en las que voy a explicarte una a una las distintas emociones básicas, que para algunos autores son 4 y para otros algunas más. Yo en concreto voy a explicarte las siguientes: miedo, ira, tristeza, asco, alegría, sorpresa y amor. Pero esto será más adelante. Hoy voy a centrarme en explicarte qué son las emociones y para qué nos sirven en general.
¿Qué son las emociones?
Como ya te he ido avanzando, las emociones son unas respuestas automáticas que se activan delante de un estímulo, al que llamamos detonante. Este estímulo puede encontrarse fuera de nuestro cuerpo (por ejemplo: una tormenta, una serpiente, …) o dentro (nuestros propios pensamientos o ideas).
Estas respuestas automáticas accionan una serie de reacciones a nivel fisiológico, conductual y cognitivo. Por ejemplo, a nivel fisiológico muchas de nuestras emociones, como el miedo o la ira, al activarse generan la producción de diferentes sustancias bioquímicas que provocan un aumento de los latidos del corazón. Al bombear más sangre, entre otras muchas reacciones, nuestro cuerpo se prepara para la acción: huir o atacar. La respuesta conductual la observamos en los gestos, en las expresiones faciales, en el tono de voz, … Y, por último, el componente cognitivo o subjetivo de la emoción son todos aquellos pensamientos que se desencadenan y las decisiones que tomamos de forma consciente.
Este último componente, el cognitivo, es clave para la regulación de las emociones, porque cuánto más sé sobre lo que estoy sintiendo y por qué, mejor podré decir qué hago con la emoción que se ha despertado en mí. Pero primero deberemos aprender a reconocer las emociones en nosotros mismos y en los demás para en una segunda fase trabajar la regulación emocional.
Pero, para qué sirven las emociones ¿qué función tienen?
En palabras de Paul Ekman, uno de los psicólogos pioneros en el estudio de las emociones, podemos decir que éstas “nos preparan para manejar sucesos importantes sin pensar en lo que hay que hacer”. Es decir, nos ayudan a sobrevivir. Su principal función es salvarnos la vida, pero debemos aprender a regularlas porque si nos dejamos arrastrar por ellas reaccionando de manera exagerada nos pueden poner en peligro.
Veremos la función concreta de cada una de las emociones que te he mencionado al inicio en los distintos post que he preparado para ti. Así veremos qué función cumple el miedo, la tristeza, la ira, el asco, la alegría, el amor o la sorpresa. En la película “Del revés” se explica de un modo muy didáctico, si aún no la has visto, te recomiendo que lo hagas o que la vuelvas a visualizar de nuevo una vez leído este post.
Entonces, si todas las emociones tienen una función y esta función nos ayuda a sobrevivir, ¿existen emociones unas positivas y otras negativas? Esto es lo que te cuento justo a continuación.
¿Existen emociones positivas o negativas?
En nuestra constante idea de clasificar las cosas en buenas y malas hemos caído en el error de entender que existen unas emociones positivas y otras negativas. De modo que hemos colocando en la balanza de lo negativo emociones como la rabia, la tristeza, el miedo, el asco, … y en la de lo positivo emociones como la alegría, el amor, la pasión, la felicidad … Pero nada más lejos de la realidad, todas, y repito, todas las emociones son buenas porque todas y cada una de ellas las tenemos para que nos ayuden a superar alguna adversidad, acercarnos a otras personas, alejarnos de los peligros y un largo etcétera.
Lo que sí que es cierto es que hay emociones que nos producen sensaciones agradables y otras desagradables. Y claro, todos desearíamos solo sentir las primeras y evitar las segundas. Pero esto no sería bueno para nuestra supervivencia ni cómo individuos ni cómo especie. Por ejemplo, necesitamos sentir asco para alejarnos de alimentos potencialmente tóxicos, repugnantes o de actitudes que van en contra de nuestro sistema de valores. Y así podríamos ir viendo una a una las diferentes funciones positivas y valiosas de todo nuestro repertorio emocional.
Visto y entendido de este modo no podemos seguir clasificando las emociones como positivas o negativas, entendidas como si unas fueran buenas y otras malas. Si tu hijo se enfada sintiendo en su interior la rabia ayúdale a que la exprese y regule. Porque no hay nada malo en sentir enfado, lo malo es lo que hacemos con él, es la conducta derivada de ésta lo que puede ser incorrecto, inadecuado, inoportuno no la emoción que sentimos. No hay nada incorrecto en lo que siente lo incorrecto es lo que puede llegar a hacer si al enfadarse grita, insulta o agrede. No es fácil regular una emoción tan potente como ésta pero tampoco es imposible. Te explicaré más en los próximos artículos dedicados a las emociones.
Sara Tarrés
Mamá Psicóloga Infantil
COPC 15709