Me gustaría compartir con vosotros mi experiencia sobre este tema, el deporte y los niños. Tengo un hijo de 8 años al cual siempre hemos animado a hacer deporte. Pensamos que a través de la realización de algún deporte los niños aprenden valores que después pueden aplicar en su vida como: el esfuerzo, la constancia, compromiso, trabajo en equipo, obediencia…la lista es interminable.
Esa es la teoría, lo que debería ser, pero la realidad con la que nos encontramos fue otra.
Mi hijo optó por apuntase a un equipo de fútbol del barrio. Llevaba varios meses con ganas, siempre va con un balón por la calle y en casa está todo el día pegando pelotazos en la terraza.
Fui a las instalaciones del barrio y hablé con el presidente del club. De manera muy agradable, me enseñó el decálogo por el que se regían los equipos. Me pareció muy interesante. Ahí se hablaba de ilusión, de aprender, de no juzgar, de ser un equipo y sobre todo, de divertirse.
“Esto es justo lo que estaba buscando”
La semana siguiente realizó una prueba junto a decenas de niños. Mi hijo no tiene habilidades innatas para el fútbol pero sí muchas ganas. Una vez visto su nivel lo colocaron en el equipo C. Un equipo creado para los que no sabían jugar “Bien” al fútbol.
Y allí estaba mi pequeño, vestido de futbolista y a punto de empezar su primer entrenamiento. Esa noche no pudo conciliar el sueño, en su pequeña mente se veía jugando como Iniesta o Isco.
Las semanas de pretemporada pasaban y comenzó la liga. Aquí llegó el primer problema. Los equipos los componen más niños de los que se pueden llevar a un partido y siempre tienen que quedarse algunos fuera de la convocatoria, suelen ser los que menos nivel tienen. Al final si tu hijo no sabe jugar puede que vaya convocado dos partidos al mes y juegue como mucho 10 minutos en cada uno.
Sé que es complicado mantener ilusionados a 18 niños cuando sólo pueden jugar 7 de los 12 inscritos por partido, pero ese debe ser el trabajo de los entrenadores.
La cuestión es que cada vez que alguno de los suplentes (mi hijo entre ellos) salían, el equipo contrario nos marcaba o creaba ocasiones de peligro. Los entrenadores, a gritos, pedían a los niños que se colocaran bien, que no fallaran, generando miedo en los niños a equivocarse.
Al final de los partidos venía la charla donde, por desgracia, se señalaba a los culpables de los errores.
Al cabo de 6 meses mi hijo me pidió que lo quitara, que lo apuntara a natación, y eso hice.
Ésta ha sido mi experiencia, me he topado con entrenadores pacientes y cariñosos que solo desean que los niños aprendan y se diviertan, pero también con muchos que solo quieren ganar, ganar y ganar. He oído todo tipo de insultos en los campos de fútbol, dirigidos a los árbitros, a los entrenadores y hasta a los niños. He presenciado como padres perdían el control en las gradas… penoso.
El fútbol, como cualquier otro deporte, debería cuidar más a los niños, enseñarles que el fin no es ser como Cristiano Ronaldo; es ser mejor persona, es cuidar nuestra salud y sobre todo una fuente de diversión muy lejana a presionarlos para que sean lo que nosotros no hemos sido.
Os dejo este vídeo grabado por un club de Dos Hermanas (Sevilla), creo que resume muy bien mi experiencia.
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¿Cuál ha sido la tuya?
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Padres de hoy
2 comentarios
Totalmente de acuerdo. El objetivo del deporte a estas edades es fomentar el desarrollo físico y psicosocial. La competitividad ciega debe quedar fuera.
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