Durante el curso escolar las actividades, el trabajo… nos mantienen tan ocupados que apenas pasamos algunas horas con nuestras parejas a la semana. Pero cuando llega el verano y sus vacaciones la cosa cambia.
Nos relajamos, pasamos más tiempo juntos y eso que durante el resto del año dejamos pasar, se hace más evidente en estas fechas. El final del verano se considera la época en la que la mayoría de las parejas se rompen.
Pero, ¿sabemos cómo afecta esto a los niños/as? ¿Aguantamos en una relación de pareja que nos hace infelices por temor a que nuestros/as hijos/as sufran? ¿En qué circunstancia lo pasan peor nuestros hijos/as, en una casa donde los padres están juntos pero infelices o cada uno en su casa pero emocionalmente estables?
¿Qué conductas podrían presentar nuestros hijos/as a partir de una separación?
Algunas de las emociones o pensamientos que tienen los hijos/as cuando los padres se separan, son el miedo, la culpa, la impotencia y el deseo de que los padres vuelvan a unirse, a veces incluso pueden planear escapar a la casa del progenitor que se ha marchado.
Los niños, a menudo se sienten culpables, piensan que sus padres se han separado porque ellos se han portado mal, han sido “malos” o han hecho alguna trastada. También pueden pensar que el progenitor que se ha ido lo ha hecho porque ya no lo quieren, apareciendo la sensación de falta de cariño. Hay veces que les mostramos nuestro amor de forma incorrecta (comprándoles más juguetes, dándoles más caprichos…) porque pensamos que así aliviaremos su malestar, lo que lleva a que ellos/as confundan estas conductas, quitándole valor a otras muestras de afecto como los abrazos, las caricias o el pasar tiempo juntos.
Lo que más daña a los/las hijos/as no es la nueva situación, si no el haber vivido momentos donde faltaba el cariño y respeto mutuo entre los padres, y es visible un clima de rencor y hostilidad. Cuando la tensión familiar es muy patente y difícil de aguantar, los niños viven la separación incluso con alivio, aunque a veces no sean ni conscientes. Después empezarán los sentimientos de añoranza y nostalgia por el progenitor con el que no vivan a menudo. También, en los casos en los que los/las niños/as no han presenciado peleas ni discusiones, tras la separación pueden sentir miedo, o pensar que van a estar en una situación peor.
Llorarán, tendrán problemas de sueño, dificultades con la alimentación, les faltarán ganas para jugar con amigos/as, y es que tienen un sentimiento de abandono constante. Ellos/as podrían pensar, “mi mamá o papá se ha ido de casa, si me duermo, ¿mi papá o mamá que vive conmigo también me abandonará?” Esto hace que sientan incertidumbre por lo que va a pasar a cada instante, si nos retrasamos en la hora de recogerle del colegio, si un día salimos con amigos/as, si los amigos le dicen de salir a jugar…son situaciones que les generará estrés porque pensarán que les abandonaremos y tendrán miedo a quedarse solos.
Otra de las cosas que es muy persistente en los niños/as es la idea constante de volver a juntar a sus padres/madres. Piensan que, si coinciden juntos, o les habla del otro/a, va a propiciar que vuelvan. Estarán tristes hasta que asuman que eso no va a ocurrir.
¿Qué debemos tener en cuenta cuando nos separamos para no dañar a los/las hijos/as?
Es importante acompañarlos en estas nuevas emociones y darles libertad para que hablen de lo que sientan o piensan. Motivarles a que hablen y que digan cómo se sienten, si tienen miedo, si sienten ganas de llorar, que se desahoguen, las lágrimas son buenas y ayudan a aliviar un estado de tristeza, nos calma y libera nuestra ansiedad.
Tras la separación, hemos de tener cuidado en los comentarios que hacemos sobre nuestras exparejas, ya que los mensajes pueden ir cargados de dolor y enfado, pero olvidamos que nuestros hijos/as no tienen esos sentimientos hacia su madre /padre, para ellos siguen siendo personas importantes en su vida. Hay que hablarles con sinceridad, sin enfatizar la figura del padre o madre exagerando. Los hijos/as conocen los defectos y virtudes de los padres/madres, hay que ser objetivos.
Se recomienda recordarles a los hijos, que, aunque falte un padre/madre de manera habitual y solo se vean unos días en semana, éstos les quieren mucho. Para el niño es fundamental sentirse amado y tener la seguridad de que podrá contar en todo momento con ambos padres.
Es importante que delante de los/as hijos/as la relación entre los padres sea lo más cordial y educada posible, ya que lo que más les afecta son las tormentas emocionales derivadas de la mala relación o la falta de amor entre los progenitores. Hay que tratarse con respeto por los hijos/as, pero también hay que tener en cuenta que no les podemos confundir. Los progenitores que salen juntos y comparten cine, actividades…estando separados/as, hará que los pequeños se confundan, haciéndoles pensar que van a volver a estar juntos. Habrá eventos importantes (graduación, fin de curso…) que compartir, pero se deben reducir a eso, momentos especiales.
Es importante no caer en la sobreprotección con los hijos/as ni en los caprichos. Es muy fácil “competir” para ser el mejor papá/mamá. Esto solo le perjudicará. Los/as niños/as no quieren caprichos y falta de normas todo el tiempo, esto les hace sentirse más inseguros/as, tener problemas sociales y personales. Es importante “ir a una”, ambos progenitores por igual.
Antes, durante y tras la separación, pueden surgir dudas, sobre cómo comportaros para que los hijos/as, pasen esta etapa de una forma menos “traumática”, para ello/a, consultar con profesionales que medien y os orienten a cómo desenvolveros os será la mejor herramienta.
Julia Torres Vela – Psicóloga Sanitaria.
María Bravo Pérez – Psicopedagoga y Terapeuta en atención temprana y lenguaje.
Julia y María son las propietarias de Gabinete Crece. Puedes encontrarlas en Facebook e Instagram.