El 2 de abril se celebra el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, una cita que trata de concienciar a la sociedad acerca de este trastorno del desarrollo cuyo número de diagnósticos ha crecido durante los últimos años y sobre la que todavía existe un gran desconocimiento. En concreto, se ha disparado un 600% en las dos últimas décadas.
Mucho por hacer
Por desgracia, todavía queda mucho por hacer en no pocos ámbitos. Sí, porque no solo estamos hablando de los tratamientos, sino del desconocimiento y de la estigmatización que tienen aquellos a quienes se les diagnostica. De hecho, ya la sola palabra se vive como una auténtica tragedia. Y nada más lejos.
Porque las personas que lo tienen (en términos generales) suelen experimentar problemas de comunicación e interacción social, comportamientos reiterativos o viven los cambios de un modo negativo. Lo que ocurre es que procesa la información y los estímulos de un modo distinto y, por tanto, no actúa igual. En cualquier caso, el TEA incluye una amplia variedad de síntomas conductuales.
Por desgracia, la ignorancia generalizada y social hace que el entorno no lo comprenda y reaccione precisamente desde esa incomprensión. Además, cada caso es diferente. Aumentar ese conocimiento es clave para fomentar la sensibilización.
Detectar el autismo a tiempo, clave
Dicho lo cual, un abordaje temprano es importantísimo. Afortunadamente, los diagnósticos se producen cada vez más pronto (la media de edad ronda los tres años); un dato muy positivo si tenemos en cuenta con los niños con TEA que reciben tratamiento antes de los cinco años experimentan mejoras considerables en su comportamiento y habilidades sociales (respecto de los que no lo hacen). Y aunque no hay un medidor médico-biológico, los síntomas iniciales aparecen hacia los dos primeros años de vida.
Entre ellos encontramos la falta de respuesta cuando se les llama y tienen más de 12 meses de edad, la falta de interés por los juegos de simulación a los 18 meses, dificultad para comprender los sentimientos de otras personas, dificultades de expresión, ecolalia, evitar el contacto visual, hacer movimientos repetitivos, mecerse o similares; reaccionar de forma poco convencional a estímulos como el sonido, el gusto, etcétera. Tampoco suelen desarrollar la atención conjunta y no se interesan por las mismas cosas que el resto de niños.
Águeda A. Llorca