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Niñofobia. El futuro es de los niños… pero mejor sin niños

ninofobia

El tema que nos ocupa hoy es quizá unos de los más controvertidos que he tratado porque cualquier versión tiene matices con los que podríamos montar un amplio debate. En las fechas que estamos seguro que más de uno a la hora de reservar vuestras vacaciones habéis leído algo así como “hotel libre de niños”, vamos, como quién habla de “zona libre de humos”, total, nos molesta igual.

 

¿Qué le está pasando a la sociedad?, ¿existe la niñofobia? Esta tendencia se inició en EEUU donde se comenzó prohibiendo la entrada de menores en lugares de ocio donde los “locos bajitos” no tenían cabida. La moda se fue extendiendo incluso a los hoteles y transportes (vagones silenciosos o en muchas compañías aéreas niños no permitidos en primera clase). Para muchos es una práctica maravillosa porque los niños no permiten el descanso y tú cuando pagas lo haces para descansar no para aguantar a los niños de otros, para otros, me incluyo, no es más que una parte más de un mundo cada vez más orientado a la etapa adulta eliminando los extremos de nuestra existencia.

 

Lo siento, pero creo de verdad, y sin ánimo de ofender, que niños y ancianos no nos representan. Y deberían hacerlo, claro que deberían. Los niños más que nuestro futuro, como siempre se ha dicho, son nuestro presente si no les dejamos que se hagan mayores a nuestro lado practicando en restaurantes, teatros… ¿qué queremos?, ¿dónde van a socializar y a aprender de la vida?, ¿en casa? Además mirar la vida a través de sus ojos merece la pena y abre la mente. Mención a parte, y aunque nos desviemos del tema, tienen nuestros mayores. Su experiencia y memoria les hace imprescindibles para la sociedad.

 

Pero no, los niños ya se sabe que no tienen ni voz, ni voto, y es una lástima. Nos estamos convirtiendo cada vez más en una sociedad con la piel muy fina. Todo nos molesta y nuestro individualismo (“ombliguismo” lo llamo yo) cada vez es más notorio.

 

Claro que hay niños que se pasan de la raya. Claro que en algún restaurante he visto casi caer al camarero porque los niños, literal, corrían entre sus piernas pero, ¿de quién es la culpa? De los niños por ser niños o de los padres por no inmutarse. Tampoco olvidemos que si algunos adultos tenemos la piel fina, algunos padres no nos quedamos atrás y que si alguien osara a llamarnos la atención (de forma oportuna y coherente) por el comportamiento de nuestros hijos ardía Troya.

 

¡Ojo! también existen padres que hacen todo lo posible por que sus niños “no molesten” y ni con esas lo consiguen. ¿Qué hacemos? Que nunca más salgan de casa hasta que sus niños sean adultos, que no viajen, no coman en restaurantes, no vayan al cine porque claro si ya saben como son sus hijos ¡cómo osan!, ¡del concierto de los Cantajuegos no salgáis! Como veis es un tema complejo del que pueden salir diversas situaciones dignas de ser analizadas.

 

no children
Establecimiento que prohibe la entrada a niños en Tampa (Florida, EEUU)

 

Imaginaos recibir una invitación de boda donde se os indujese a acudir sin niños porque es una boda “no kids friendly”, así, que parece que si lo ponemos en otro idioma somos más chic. ¿Qué haríais? Yo sin ninguna duda no ir. Si no quieres a mi hijo no me quieres a mí.

 

Alguna vez nos hemos puesto en la piel de esos padres que entran en un avión con su bebé y todo el mundo les mira mal pensando en el vuelo que les va a dar “el mocoso”. Sé de lo que hablo. Sufrí más de diez horas de vuelo con un niño de unos dos años en el asiento de delante. ¿Qué hubiera adelantado poniendo malas caras, quejándome a la tripulación…? Crear mayor sufrimiento a esa madre que ya iba desencajada.

 

Lo siento pero no. Igual somos los adultos, tan exigentes como somos, los que deberíamos quedarnos en casa para que no nos moleste ni una mosca. Porque aquí nos referimos a niños realmente pequeños que pueden estar asustados, doloridos… no niños que se estén portando “mal”. El llanto de un niño debería causarnos angustia, preocupación, ternura… aunque visto lo visto, también provoca hartazgo, enfado, irritabilidad…

 

Recientemente ha sido noticia el hecho de que unos padres regalasen tapones para los oídos y dulces para todos los pasajeros del vuelo en el que iban con una nota que decía lo siguiente: ¡Hola! Me llamo Lorenza y tengo 1 año. Este es mi primer vuelo y voy a tratar de portarme lo mejor que pueda, pero me disculpo por adelantado si me siento irritable, me asusto o me duelen los oídos. Lo siento pero me molestan mucho más los gritos racistas contra una azafata del adulto energúmeno de turno que el llanto del bebé de un año.

 

¿Cuál puede ser la solución? Por un lado el compromiso de los padres a educar a nuestros hijos para que sepan vivir en comunidad, respetando todo y a todos los que nos rodean y por otro lado, el resto, como comunidad, trabajando la paciencia y la empatía.

 

Termino el artículo con la pregunta con la que empezaba: ¿existe la niñofobia? Quiero pensar que no, que aún hay esperanza. Justo hoy indagando sobre este tema encontraba otro término “padresfobia”: intolerancia hacia los padres permisivos. Tenemos tarea. Y vosotros ¿qué opináis?

 

Fuentes:

https://www.elconfidencialdigital.com/opinion/tribuna_libre/Ninos-gracias-auge-ninofobia_0_2883311655.html

https://www.guiainfantil.com/articulos/educacion/valores/que-es-la-ninofobia/

https://www.bebesymas.com/ser-padres/los-ninos-son-el-futuro-pero-tambien-el-presente

https://elpais.com/elpais/2012/03/15/paco_nadal/1331814745_133181.html

 

 

Periodista Ana SevillanoAna Sevillano

Soy Ana, periodista y profesora de Secundaria, de lo primero ejercí durante algún tiempo como coordinadora de una revista dirigida a profes y mamis y papis de niños de 0 a 3, de lo segundo no literalmente, pero sí he trabajado varios años como guía de museos en Madrid para niños. Momento en el que entré en contacto con los más pequeños ya que las actividades eran para criaturitas a partir de tres años.

Sí, clases de 25 niños de tres años por un museo lleno de cosas que no se pueden tocar. Casi es más fácil desactivar una bomba. Sin embargo, esta experiencia fue muy especial, y por decirlo de alguna manera me ha marcado y ha convertido en la mamá que soy hoy. Porque sí, ¡ahora soy mamá!, quizá una mamá con más errores que aciertos, pero soy ni más ni menos la que le ha tocado a mi peque. Espero que mis artículos despierten vuestra curiosidad y si queréis leer más de mí estoy en treintamami.

4 comentarios

  1. Hola Ana,

    Me ha sorprendido gratamente tu artículo, ya que sí es cierto que, en los últimos tiempos, han aparecido diferentes servicios o actividades en las que no se permite la entrada o participación de los niños. La verdad es que es difícil posicionarse a favor o en contra de la existencia de estos servicios. En mi opinión, el principal problema (quizá como casi siempre) es la figura de referencia y cuidado de los pequeños. Como bien dices, un niño de pocos meses que se sube por primera vez en un avión es incapaz de controlar su comportamiento: no dispone de los mecanismos de autocontrol para gestionar su conducta y aún no sabe hablar, por lo que llama la atención llorando. Lo mismo pasa con un pequeño de entre 1 y 3 años: aunque a esas edades ya comprenden muchas cosas, es imposible mantenerlos sentados, callados y quietos por más de 15 minutos. Creo que la gente (adulta, consciente y empática) debería tener en cuenta estas circunstancias excepcionales y sensibilizarse con los padres o familiares, especialmente cuando estos se ven desbordados por la rabieta o el lloro continuado y persistente de un bebé.
    No obstante, también creo que los padres o familiares deberían ser responsables de la actitud y el comportamiento de sus pequeños: no puedes ignorar (literalmente) el mal proceder de tu hijo cuando está incomodando a terceros, y molestarte si alguien le llama la atención (cuando deberías ser tú el que lo hiciera).
    Por otro lado, entiendo que haya gente que, en determinadas circunstancias u ocasiones, prefiera espacios en los que poder disfrutar de una actividad o servicio sin la presencia de niños, y no creo que esa decisión conlleve un rechazo implícito hacia todos los pequeños, sino más bien la necesidad de disfrutar de un espacio, tiempo o momento “entre adultos” (aunque haya adultos que tengan comportamientos peores que el de algunos niños). Por ejemplo, entiendo que alguien que haga un viaje largo, en avión o tren, solicite un coche silencioso si necesita trabajar o descansar, o que una pareja o grupo de amigos quiera disfrutar de una cena romántica o divertida sin que haya pequeños correteando cerca, jugando a pelota o dando voces. Creo que, en definitiva, se trata de ser comprensivo, empático y paciente con lo demás y pensar que, en algún momento futuro, nosotros podemos encontrarnos en esa misma situación, ya sea la de tener que batallar con nuestros hijos/sobrinos/nietos para que se comporten o la de necesitar un momento más íntimo, personal y de “tranquilidad”.

    1. ¡Buenos días Aída!
      Muy de acuerdo contigo. Como decía al principio del artículo es un tema con ¡tantos matices! y cada uno de los argumentos nos serviría para montar un debate.
      Muchas gracias por leerme y comentar

  2. A favor de excluir a los niños de ciertos lugares. Necesitamos crear e impulsar una cultura childfree a modo de que sólo los paridores irredentos -esto es, quienes realmente tienen vocación hacia la maternidad/paternidad- sean quienes se reproduzcan.

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