Se entiende por inteligencia emocional la capacidad de percibir los propios sentimientos y los de los demás, distinguir entre ellos y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo. Una falta de educación emocional puede provocar o facilitar la aparición de problemas, enfermedades y conflictos en nuestras relaciones. Por ello, se hace necesario desarrollar la dimensión socioemocional en la escuela y educar para prevenir determinados comportamientos no deseables y conflictos entre el alumnado.
Son necesarias formaciones que doten a los padres, los hijos y incluso a los docentes de las herramientas necesarias, para afrontar el reto de la educación de las emociones, tanto en la familia como en los centros educativos y ser capaces de identificar las principales competencias emocionales. Descubrir nuestras dificultades en identificar de la emociones y desarrollar su expresión de forma asertiva, desarrollar la escucha de lo que sentimos… para poder descubrir también la empatía de reconocer lo que siente el otro.
Educar para la vida es educar en la emoción, Desde pequeños, hemos aprendido por las respuestas sociales que había emociones “buenas” y “malas”, es decir, que había emociones que estaba bien expresar y otras que no estaba tan bien hacerlo, porque podían traer consecuencias negativas. Y nos hemos olvidado que las emociones son básicas para nuestra supervivencia. El miedo, nos alerta del peligro y nos ayuda a ir con más cuidado; la rabia nos avisa de las cosas que nos molestan, lo que no nos gusta y nos ayuda a marcar nuestros límites; la repudiada tristeza nos cuenta nuestra añoranza, lo que echamos de menos y ya no nos acompaña, y nos ayuda a volvernos compasivos y tiernos con nosotros mismos, y la bienvenida alegría nos ayuda a vivir en el goce, en el disfrute del estar agradecido por vivir, de ahí que sea tan apreciada. Ninguna de ellas es buena ni mala, tan solo nuestra asertividad en acompañarlas y la honestidad de sentirla, pues sólo nos hablan de cómo está el corazón de nuestros hijos. Permitirle expresar sus emociones, tanto las emociones ¨positivas” como con las emociones “negativas”, hacen que los padres pueden establecer un buen vínculo con su hijo, de manera que se sienta seguro y acompañado.
Por ello desarrollar competencias emocionales debería ser considerado como una asignatura básica para la vida. Debería incluirse el concepto de educación emocional en las escuela con un programa docente donde se marquen unos objetivos y contenidos, porque tendría que ser un pilar básico de nuestra educación porque prepararía a nuestros hijos para vivir en su mejor compañía durante toda su vida. Porque me pregunto, ¿porque sólo formamos a nuestros hijos para realizar un trabajo que le ocupará en el mejor de los casos, ocho horas al día? Entonces, ¿por qué no lo preparamos para acompañarse en las veinticuatro horas que tiene su día, 365 días al año, incluyendo los festivos?.
Para poder implantar programas de educación emocional se requiere una formación del profesorado. Donde se formen en competencias emocionales. Y por supuesto, contar con papás y mamás involucrados en su propio desarrollo de inteligencia emocional, padres implicados en educar desde otro lugar atendiendo también al corazón y no solo a la mente.
Porque la educación que hemos recibido de nuestros padres es repetir las expresiones de emociones positivas, y así se nos van enseñando a controlar las emociones negativas. Al no sentirnos libres de expresar estas emociones, porque no cuentan con la aprobación de nuestros padres, ni de la sociedad, no se aprende a canalizarlas bien. Entonces las ocultamos, las reprimimos, y al reprimirlas no aprendemos formas “sanas” de expresarlas y de aquí vendrán futuros conflictos e incluso enfermedades.
Una labor fundamental será enseñar a los padres a acompañar al niño en la expresión de estas emociones que, social y culturalmente, no están “bien vistas”.
Con ello conseguiremos los siguientes objetivos
- Conectar con nuestro hijo con sus emociones y que aprenda a darse cuenta de cómo se siente.
- Ayudar a nuestros hijos a sanar sus heridas del presente, para conseguir adultos maduros emocionalmente.
- Enseñar al niño a ser él mismo, sin miedo a que sea rechazado o le hagan daño.
- Aceptarnos tal y como somos, y sentir más seguridad en nosotros mismos y aprender a vivir aceptando al otro.
Y por supuesto tendremos muchos beneficios como:
- Aumentar la confianza en uno mismo, en los hijos y en los padres.
- Aumentar la consciencia sobre uno mismo y nuestras emociones.
- Mejorar nuestras relaciones familiares y personales.
- Expresar nuestras emociones de forma asertiva.
- Reconocer la somatización de las emociones y evitar posibles enfermedades.
Merece la pena plantearse dar espacio a la educación emocional, pues le daremos herramientas a nuestros hijos para vivir, viviendo generando salud, bienestar y felicidad.
Oliva Franzón Cossio (www.cuidadoemocional.es) es Diplomada en Enfermería por la Universidad de Cádiz, educadora de personas con discapacidad, y terapeuta en Auriculoterapia y Flores de Bach. Es especialista en Terapia Gestalt y creadora del método Autoapoyo Holístico,