Cada niño es único y maravilloso. Los niños no se comparan. Sin embargo, uno de los mayores errores que cometemos los padres es comparar a nuestros hijos con los de los demás. Está presente en el día a día, e incluso es algo que hacen los propios niños para buscar la aceptación social.
Muchas veces se hace con buena intención y no existe ningún deseo de hacer daño al niño pero el error de hacerlo puede ser muy grave.
Al comparar a los niños le estamos enviando un mensaje peligroso, debes ser como el otro para ser mejor. Pero a nadie nos gusta que nos comparen con otros y, por eso, lo único que logramos es que los niños se sientan impotentes ya que no pueden responder a las expectativas que ponemos sobre ellos. Es injusto manipularlos de esa manera.
Hay dos tipos de comparaciones:
- Las que hacemos entre los hermanos.
- Cuando los comparamos con otros niños.
Cuando comparamos con el hermano.
En muchas familias con más de un hijo, se suele comparar a los hermanos entre sí con el fin de animar/retar a que imiten las las conductas positivas del otro. Frases como: “mira que bien se porta tu hermano” son un ejemplo de lo que no debemos hacer. Debemos tener en cuenta que cada uno de los hermanos tiene su propia personalidad y que la forjan de manera independiente
Cuando se usa a uno de los hermanos como modelo se puede estar alimentando el rencor y los celos en el otro sin darnos cuenta.
Además, con este tipo de frases comparativas estamos dando un mensaje al niño de que no es lo suficiente bueno para nosotros. Dañamos su autoestima.
Si el niño escucha continuamente este tipo de frases podemos hacer que aparezca el efecto Pigmalión en el que el niño acaba creyendo que es así porque se lo dicen siempre. Intentan tener una creencia coherente con lo que escuchan.
Comparar con sus iguales
Una práctica similar a la de medir a los niños con sus hermanos es la de comparar con otros niños en la escuela, en el parque, etc. Estas comparaciones nacen de la idea que tienen los padres de querer motivar a los pequeños pero, realmente, se consiguen otro tipo de resultados:
- Perjudicamos su autoestima. Al niño le mandamos el mensaje de que no valoramos sus cualidadesy aquellas que no tienen son las que queremos que tengan. Esto puede hacer que los niños se sientan inseguros.
- Creamos rivalidad con otros niños. Con la la comparación con otros niños, destruimos la relación de nuestro hijo con ese niño al que ve como un rival.
Además esta comparación con otros es algo que está influyendo en nuestra sociedad y lo hace directamente fomentando la presencia del acoso escolar.
Cómo pueden actuar los padres
Comparar es una acción natural en el ser humano. Aunque no queramos la usamos de “herramienta” diariamente. Hacemos un uso inconsciente de ella sin darnos cuenta y cuando la usamos con nuestros hijos estamos cometiendo un error grave.
Para no caer en la comparación proponemos lo siguiente:
- Inspiración. Enseñar al niño a alegrase por cómo son los demás y les sirva de motivación para intentar esforzarse para lograr los que les gusta de ellos, en lugar de intentar ser igual y con las mismas capacidades.
- Reforzar las conductas positivas. Se debe señalar y hacer ver a los niños todas las cualidades positivas que tienen y no solo señalarles y enfocarles las negativas.
Autor: Borja Quicios
Licenciado en Psicología con especialidad en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicomotricidad Vivenciada y Coach educativo. Autor y fundador del blog Padreehijos.
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