Las relaciones tóxicas no sólo se dan en el ámbito laboral. También pueden darse en la familia, que es también un sistema que se compone por individuos de diferente edad, sexo y diferentes generaciones que comparten normas cuyos integrantes están unidos además por la intimidad y el afecto.
Desde que somos pequeños se da una conexión emocional dentro de esta estructura. Los niños tienen una gran necesidad de conexión con sus padres desde el punto de vista físico, y también emocional.
Cuando pensamos en una infancia ideal, vemos que en el niño se va manejando con autonomía emocionalmente y esto le permite ir formando relaciones sanas con el mundo fuera de la familia. Cuando el niño va creciendo esta necesidad de conexión emocional permanece, pero de manera saludable.
El problema viene cuando existe carencia o exceso en la necesidad de esa conexión emocional dentro de la familia:
- Si el niño no puede satisfacer sus necesidades emocionales dentro de la estructura del hogar es cuando la situación se puede complicar.
- SI el niño tiene exceso de atención en su infancia, puede crecer pensando que esto es lo normal, y exigir de sus padres una atención excesiva, que cuando sea adulto exigirá a otros.
Situaciones potencialmente dañinas para la salud emocional que pueden darse en la familia.
- El desamor, el desapego, la falta de respuesta afectiva del entorno.
- La escasa o nula estimulación.
- El exceso de estimulación.
- El clima familiar violento hacia el bebé o entre los demás integrantes de la familia. La violencia es dañina en todas sus formas: física, verbal, emocional, explícita o implícita.
- La depresión en la familia.
- La inestabilidad, el desorden y la falta de rutinas.
Son posibles de resolver con algún tipo de asesoramiento.
Cómo podemos frenar las relaciones familiares tóxicas
Para poder frenar este tipo de relaciones en la familia la clave está en la comunicación y las habilidades sociales, además de en el establecimiento de unos límites firmes y claros.
Algunas de estas claves son:
- Empatía. Ponerse en el lugar de la otra persona y ser sensible al otro facilita las relaciones, pero esto no significa ser sumiso y ceder cuando no se desea hacerlo.
- Ser asertivo. Poner freno a las luchas de poder, la invasión del espacio íntimo o modular el sentimiento de derecho que algunas personas de la familia poniendo límites, algo que se consigue con la asertividad en la comunicación.
- Cuidar las formas. Es muy importante expresar lo que uno piensa con educación y al hacerlo ser considerado con el otro.
- Tener la capacidad para tolerar la frustración y estar preparado para aceptar un no.
- Habilidad asociada a la tolerancia a la frustración que va unida a la capacidad para esperar. Las personas impacientes suelen ser impulsivas y actuar más que pensar, lo que lleva en muchas ocasiones al conflicto. Por tanto, hay que pararse a pensar antes lo que se dice y cómo se dice.
Autor: Borja Quicios
Licenciado en Psicología con especialidad en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicomotricidad Vivenciada y Coach educativo. Autor y fundador del blog Padreehijos.