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Educar para que sean felices

Educamos para que nuestros pequeños aprendan a valerse solos en la vida, les enseñamos como deben hablar, comer, leer… les inculcamos valores y modales, pero y la felicidad, ¿les enseñamos a ser felices? Indiscutiblemente queremos que sean felices, pero ¿les educamos para ello?

Enseñar a ser feliz no es una tarea fácil, pero una educación basada en valores ambientales ayuda a conseguirlo. Gracias a la educación ambiental les enseñamos (y los adultos aprendemos) a:

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Priorizar y replantear las necesidades de nuestra vida. Los medios de comunicación nos inculcan la necesidad de poseer objetos, creemos que seremos más felices si tenemos un gran coche, una casa con piscina o el último modelo de teléfono. Los niños no son ajenos a estos mensajes y de esta hay muchos niños qué están más pendientes del número de regalos que reciben que de lo que contienen esos regalos. Una educación basada en valores ambientales no sólo te enseña a valorar las cosas que no tienen precio: el paisaje, la naturaleza, el mar… sino que también te muestra los materiales y el esfuerzo que hay detrás de la construcción de cada objeto, por lo que se valora mucho más cada regalo. La educación ambiental te enseña a que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Y es que nunca nadie lo puede tener todo, por lo que el deseo ilimitado de poseer sólo trae insatisfacción e infelicidad.

Dar las gracias. La educación ambiental nos enseña que la Madre Tierra nos ofrece sus recursos para alimentarnos, su agua para beber, su viento para refrescarnos o sus ríos para bañarnos. Nos enseña a valorar los recursos que tenemos y que por tanto debemos conservarlos y estar agradecidos por ello. En este sentido, los menores que desarrollan su actitud de gratitud son más felices porque interpretan las acciones habituales de su vida como regalos y por tanto tienen más capacidad para ilusionarse y divertirse. Además, suelen convertirse en niños más generosos, ya que aprender a dar y recibir.

Ser positivos. Los niños educados en una interpretación positiva de la vida son más seguros y creen más en sí mismos. La educación ambiental nos enseña a ser personas positivas, nos habla de ilusión por cambiar las cosas que no nos gustan, de logros, de un futuro mejor.

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Esforzarse y obtener recompensas. No hay nada más satisfactorio que ver tu esfuerzo recompensado. La educación ambiental nos habla de acción, si queremos mejorar el mundo debemos actuar: reciclar, cuidar del huerto, no gastar agua, cuidar a los animales… Todas éstas son acciones que nuestros pequeños pueden realizar y de las que podrán ver su esfuerzo recompensado. En un huerto verán crecer las hortalizas, al cuidar a los animales los verán más sanos y felices y ¿cómo ven recompensado el esfuerzo por ahorrar agua? Un truco: cuando vayan a ver un lago o el mar cuéntale que estaba a punto de secarse y que gracias al agua que ha ahorrado, este año podrán bañarse y divertirse.

Escribe y cuéntanos que hace a tu hij@ feliz.

Miriam Navarro Díaz. Educadora socioambiental.

@mnavdia

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